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Formas de escritura más usuales
Siempre falta a nuestra cultura ese último garfio por el cual agarre inexorablemente nuestra
adhesión. Una cultura –como lo ha habido– de que el hombre no puede desentenderse porque está
fundida con su existencia individual es lo que llamo una cultura con raíces, hincada en el hombre,
autóctona.
La moderna, al consistir en cosas plausibles y admirables, pero no necesarias e ineludibles,
forma una mitología o pluralidad de dioses secundarios, todos convenientes y canjeables, pero ninguno
necesario. Sólo [sic] el plano de la ultimidad coloca en su sitio al otro: al de las penultimidades. Sólo
[sic] cuando el hombre de hoy sienta el afán absoluto de ir a algún sitio tendrá verdadero sentido el
automóvil.
Una vida sin “mundo”, es decir, sin un contorno definitivo, sin tierra firme en que acontecer,
es una vida falsa, sin raíces ni autoctonía.
Necesidad del buen radicalismo, del “cardinalismo”.
No somos el cuerpo que ha perdido su sombra, sino la sombra que ha perdido su cuerpo.
Todo ello terminará en que el hombre volverá a desear frenéticamente… un mundo.
José Ortega y Gasset
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9. Tome un artículo de un periódico, tipo editorial, e identifique en qué medida el texto escrito por
el escritor-periodista utiliza las características de este tipo de escritos.
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10. Lea el siguiente texto argumentativo, y elabore una relatoría, teniendo en cuenta la tesis.
PUENTES LEVADIZOS FUERA DE SERVICIO,
LAS MATEMÁTICAS ALLENDE LA CULTURA
(fragmento)
Para la inmensa mayoría, las matemáticas son materia abstrusa e insondable que ocurre al
otro lado de la isla del pensamiento, en un castillo aislado. Se oye siempre el mismo cuento: “Por
favor, ¡no más! No soporto las matemáticas”. “Qué tortura”. “Fórmulas matemáticas... veneno puro,
sencillamente me producen un cortocircuito”.
Todos los días oímos este tipo de afirmaciones. Gente sin duda inteligente, culta e instruida
las repite sin descanso, con una mezcla especial de orgullo y resignación. Parten de la base de que
quienes los escuchan los comprenden y en ello no les falta razón. Se ha formado una especie de
consenso soterrado y general que determina la actitud de la gente hacia las matemáticas. El hecho de
que su exclusión del ámbito de la cultura signifique una especie de castración intelectual, parece no
importar a nadie. Quien considere lamentable este estado de cosas, quien se atreva a murmurar algo
sobre los encantos, el significado, la belleza y los alcances de las matemáticas, será contemplado con
asombro como si se tratara de un experto; y en el caso de que de antemano se hubiese declarado
principiante, si le va bien, será visto como un estrafalario que se dedica a un extraño hobby, similar
al de criar tortugas o coleccionar pisapapeles victorianos.
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