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MOTIVACIÓN
Para saber más…
Sed de conocimiento
Podrían llenarse muchas
páginas hablando del po-
der que la motivación tiene
en la vida del ser humano.
Todos conocemos histo-
rias de personas que, gra-
cias a su perseverancia,
han conseguido destacar
aun en las peores con-
diciones. Para continuar
con este tema, hemos
incluido aquí la biografía
de una mujer extraordina-
ria, nacida en una época
en la que la preparación intelectual de las
mujeres no sólo se descuidaba sino que era
incluso mal vista
Nos referimos a Juana de Asbaje, co-
nocida al hacerse monja como Sor Juana
Inés de la Cruz, una de las más brillantes
escritoras en nuestra lengua, y a quien la
gran importancia de su obra ganó los so-
brenombres de la Décima musa, y el Fénix
de América. Juana nació en 1651, en el
hermoso poblado de San Miguel de Nepan-
tla, al pie de los volcanes, muy cerca del
valle de México. Hija ilegítima de un militar
español y una criolla, la poetisa y drama-
turga se crió en la hacienda de su abuelo,
un terrateniente español. A la edad de tres
años, asistiendo a escondidas a las leccio-
nes que daban a su hermana, Juana apren-
dió a leer y escribir, y a partir de entonces
dedicó su tiempo a aprender de los libros
de la biblioteca de la ha-
cienda. Como se dijo, la
educación de las muje-
res era entonces limi-
tada, pero su deseo de
aprender era tan grande
que llegó a proponer a su
madre que le permitiera
disfrazarse de hombre
para asistir a la univer-
sidad.
La fama de su inte-
ligencia se extendió, y
pronto fue llamada por
los virreyes, quienes la protegieron. A la
edad de diecisiete años pudo enfrentar exi-
tosamente un examen que, por iniciativa del
virrey, le hicieron los cuarenta sabios más
destacados de México. La joven compren-
dió que el matrimonio le impediría dedicar-
se al estudio, por lo que decidió hacerse
religiosa. Además de escribir invertía su
tiempo en la exploración de las ciencias y
otras artes.
En ocasión de una crítica que hizo al
sermón de un predicador, y que fue publi-
cada por el Obispo de Puebla junto con una
carta en la que le aconsejaba a la religio-
sa que abandonara las “humanas letras”
para dedicarse a las divinas, Sor Juana
dio a conocer una valiente respuesta en la
que defendía su derecho a guiarse por su
entendimiento y a proseguir en su ilimitado
afán de conocer.
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