Page 89 - LUGARES FANTASTICOS
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Una vez que terminó de comerse el pastel, le pareció que su voz
era más suave. Luego ensayó la voz de la cabra y cuando creyó
haberlo logrado corrió de nuevo a la casa de los cabritos.
—¡Abran, abran! ¡Soy mamá! —les dijo con mucha confianza y
con la voz más dulce que jamás tuvo—. Les traigo comida sabrosa.
Esta vez los cabritos miraron por debajo de la puerta y vieron
las patas blancas como las de la cabra. Convencidos de que era su
mamita que había regresado, abrieron la puerta.
Al descubrir que realmente era el lobo y no su mamita quien
había llamado a la puerta, los cabritos atemorizados corrieron a
esconderse: debajo de la mesa, bajo la cama, en la bodega, en el
horno, uno encontró lugar en un barril y otro en una canasta. El
cabrito más pequeño se metió en el reloj de péndulo. Uno a uno
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