Page 87 - LUGARES FANTASTICOS
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Y mamá cabra estaba en lo cierto. Mientras le hablaba a sus
hijitos, el lobo, con sus orejas puntiagudas, había escuchado la
advertencia que les había hecho a los pequeños, así que cuando vio
que la cabra se alejaba para hacer sus compras, salió del escondite y
se acercó a la casita.
—¡Abran, abran! —decía mientras golpeaba fuerte la puerta—.
¡Soy mamá!
Los cabritos recordaron los consejos de su madre y miraron por
debajo de la puerta. Orgullosos de su obediencia le gritaron al lobo:
—¡Ya sabemos quién eres! Nuestra mamá tiene patas blancas y tú
las tienes negras y peludas... ¡Vete, lobo malo!
Frustrado por su fracaso, el lobo corrió a un molino cercano
y metió las patas en un saco de harina hasta que le quedaron
completamente blancas. Presuroso regresó a casa de los cabritos y
llamó una vez más a la puerta.
—¡Abran, hijos, soy mamá!
Al escuchar esa voz tan extraña y ronca, los cabritos supieron que
no era su mamá la que tocaba la puerta.
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