Page 154 - LUGARES FANTASTICOS
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—¿No es admirable, Majestad? —preguntó el ministro—. Fíjese en
estos colores y en el diseño —señalaba el telar vacío, creyendo que los
demás veían la tela.
“Yo no veo nada”, pensó el Emperador, extrañado. “¡Esto es terrible!
¿Seré tan tonto que no sirvo para soberano de este reino?”.
—Oh, sí, me gusta —respondió, mirando con agrado el telar vacío;
no quería confesar que no veía nada.
Todos sus acompañantes miraban y no veían ninguna tela; sin
embargo, exclamaban:
—¡Oh, maravilloso! —y le aconsejaron al soberano que en cuanto
estuviera el traje lo estrenara.
Cuando terminaron su traje, el Emperador condecoró a los dos
pícaros y los nombró sus sastres oficiales.
Por fin, llegó el día tan esperado por el Emperador. Se quitó todas las
prendas y se vistió, ayudado por los pícaros, con su traje nuevo. Todo
el pueblo esperaba ansioso el paso de su gobernante.
Muy orgulloso, el soberano caminó por las calles rumbo a su palacio.
—Le queda muy bien —opinaban todos—. ¡Qué diseño y qué
colores! ¡Es un traje precioso!
—¡Pero si no lleva nada! —gritó de pronto un niño entre la multitud.
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