Page 118 - LUGARES FANTASTICOS
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—Todo lo que me narras, querida golondrina, es maravilloso. Pero pienso
que no hay nada más sorprendente que la miseria. Pasea por la ciudad y
después ven a contarme todo lo que veas.
Al regresar, la golondrina le dio todos los detalles de la ciudad: ricos
felices en sus mansiones, pordioseros durmiendo en la calle, ancianas
enfermas sin nadie que las cuide. ¡Cuánto dolor, cuánta tristeza!
—Tengo el cuerpo cubierto de oro —dijo la estatua—. ¡Despréndemelo
y entrega las láminas a quien las necesite!
Así lo hizo la golondrina… iba y venía sin parar. Muchas caras tristes
volvieron a sonreír.
Llegó el invierno, el frío y la nieve habían tocado todo en el pueblo, y la
golondrina agitaba sus alitas para mantener el calor y
no abandonar al Príncipe Feliz. Pero un día, ya sin
fuerzas, supo que iba a morir. Se despidió de la
estatua ciega y esta pensó que emprendería
su postergado viaje a Egipto, así que le
agradeció su compañía, su solidaridad y le
deseó buena suerte.
Cuando clareó de nuevo el día, el alcalde del pueblo pasó con algunos
de sus colaboradores frente a la estatua y no podían creer lo que veían.
—¿Qué pasó con esta estatua? Parece la de un pordiosero.
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