Page 133 - FANTASTICOS SUENOS
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— ¡Oiga, amigo! ¿Nos vendería a ese hombrecito? Estaría muy bien
con nosotros y ganaría muy buen dinero.
— ¡Cómo se les ocurre! —respondió el padre —. Es mi hijo y no lo
vendería ni por todo el oro del mundo.
Al oír la propuesta de los viajeros, Pulgarcito trepó por la ropa del
padre y le dijo al oído:
—Padre, déjame ir con ellos y no te preocupes por mí, que yo
encontraré la manera de regresar a casa.
El padre se resistía a dejarlo partir, pero complació a Pulgarcito.
Tras entregarle una buena cantidad de dinero, los viajeros acordaron
poner al niño en el ala de uno de sus sombreros, para que disfrutara del
paisaje. No habían avanzado mucho cuando Pulgarcito les pidió que lo
bajaran un momento porque se sentía mareado. Una vez de pie en el
borde del camino, el pequeño dio algunos saltitos y salió corriendo para
esconderse en la cuevita de un ratón de campo.
Molestos, los viajeros empuñaron sus bastones
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