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TIEMPOS Y METAS
Lectura
La concepción del tiempo
Cuando pensamos acerca del tiempo, segura-
mente acuden a nuestra mente algunos de los
momentos en que hemos experimentado las
curiosas maneras en que podemos percibir la
forma en que éste transcurre. Cuántas veces,
concentrados en alguna actividad o pensamien-
to, nos ha parecido que pasaron apenas algu-
nos segundos, y nos damos cuenta después de
que en realidad transcurrieron varios minutos,
o quizá horas.
Conversando con otras personas, descu-
brimos también que compartimos algunas
impresiones acerca del paso del tiempo. Es
común encontrar que a otros, igual que a
nosotros, les parece que durante la niñez el
tiempo transcurre más despacio, y que con-
forme nos acercamos a la edad adulta las
horas escapan a una velocidad mayor.
Los fenómenos naturales marcaron en las
civilizaciones antiguas el concepto del tiempo.
El día y la noche, las estaciones, o el movi-
miento periódico de los astros inducían a con-
cluir que el tiempo volvía. Los griegos pensa-
ban que en algún momento, cuando los astros
volvieran a estar en sus posiciones originales,
el tiempo reiniciaría un nuevo ciclo. Nuestra
cultura, influida por el cristianismo, tomó un
concepto lineal: el tiempo del ser humano se
inició con la creación del mundo, y transcu-
rre directamente hacia el momento del juicio
final, al que seguirá la eternidad.
Los filósofos han propuesto también ideas
acerca de este concepto, relacionándolo con
las consecuencias que el tiempo tiene para el
propio ser. Otros, concentraron su atención
en la diferencia que puede percibirse entre
el “tiempo individual” y el “tiempo colectivo”,
según lo percibe una persona o una comu-
nidad. El desarrollo de la ciencia impuso la
concepción del tiempo como un valor ma-
temático, algo fijo, absoluto y medible, con
lo que puede experimentarse. Con enorme
sorpresa, gracias a la genialidad de Albert
Einstein, se descubrió después que el tiem-
po es una magnitud relativa, que varía en
función tanto del sujeto como de las circuns-
tancias en que se mida. Toda una revolución
en el campo del pensamiento científico.
Lo cierto es que, como ya afirmó Séneca,
el gran filósofo romano, el valor que las perso-
nas otorguemos a nuestro tiempo podrá me-
dirse en función del buen uso que le demos.
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