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“Si no esperas lo inesperado, no lo reconocerás cuando llegue”. Heráclito
Capítulo 6
No solo no será millonario (lo que
no está mal), sino que será infeliz.
Equivocar los medios
Solo es válido el esfuerzo puesto en
los instrumentos idóneos.
Por ejemplo, si un deportista se
entrena para ser maratonista pero
privilegia la velocidad por encima
de la resistencia, siempre partirá
con ventaja sobre sus competidores,
pero una vez avanzado el recorrido
será desbordado por quienes se pre-
pararon para una larga carrera que
exige regular energías para ir libe-
rándolas en función de la distancia.
No valorar las
consecuencias de la
propia decisión
Este es otro de los escollos comunes
que suelen frustrar la marcha hacia
un objetivo. Puede ocurrir que el
entusiasmo inicial que nos empuja
hacia un destino soñado nos impida
ver, si no somos lo suficientemen-
te realistas, las consecuencias que
habremos que afrontar mientras
recorremos el camino y cuando lle-
guemos al destino. Hay un viejo pro-
verbio que dice:
“Caer está permitido. Levantarse es
obligatorio”.
La constancia del burro
Una leyenda cuenta que cierto día
un burro cayó en un pozo. Su dueño,
tras analizar durante un buen rato de
qué manera sacar al animal, conclu-
yó que, al fin y al cabo, el burro ya
estaba viejo, el pozo seco y no valía
la pena trabajar para liberarlo. El ani-
mal rebuznaba sin cesar. El hombre
convocó a unos amigos para que lo
ayudaran a tapar el pozo, y todos co-
menzaron a echar paladas de tierra
para concluir pronto la tarea. Pero en
un momento dado, el dueño del bu-
rro percibió que el animal había deja-
do de rebuznar. Suponiéndolo muer-
to, se asomó y comprobó, sin poder
creerlo, lo que estaba ocurriendo:
después de cada palada, el burro se
sacudía la tierra de encima y se pa-
raba sobre ella, utilizándola como si
fuera un escalón. Al cabo de un rato,
y de frenéticas paladas, el pozo había
sido tapado y el burro estaba en la
boca de este.
El animal había probado que la
constancia, usada inteligentemente,
supera los peores escollos.
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