Page 158 - LUGARES FANTASTICOS
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En cambio, Hansel se retrasaba y se detenía una y otra vez,
porque había desmenuzado su medio pan dentro del bolsillo e iba
arrojando las migas.
—¡Hansel! —le gritó su madrastra—. ¿Por qué te detienes a cada
rato y miras hacia atrás?
—Estoy despidiéndome de mi palomita que está en el tejado.
—¡Niño tonto! ¡No hay ninguna palomita! Lo que ves es el reflejo
del sol en la chimenea…
Al llegar a un claro del bosque se detuvieron.
El leñador se sentó en el suelo, desconsolado;
lo atormentaba la idea de dejar a sus hijos allí.
La mujer, viendo que él estaba a punto de
desistir, tomó a los dos niños de la mano y
prosiguió la marcha.
—Quédense aquí y duerman un
poco si están muy cansados —les
dijo la madrastra—. Yo estaré cerca
recogiendo ramas secas para hacer
una hoguera. Luego, su padre y yo
cortaremos leña y regresaremos
por ustedes.
Al despertar, Gretel decidió
comer su medio pan, pero Hansel
le pidió que lo compartiera con
él, pues había usado el suyo para
señalar el camino de regreso.
Gretel se tranquilizó: confiaba en su
hermano, pues él siempre hallaba la
manera de resolver las cosas.
Llegó la noche y nadie fue a
buscarlos. Cuando salió la luna, los niños
emprendieron el regreso a casa, pero no
encontraron ni una sola migaja porque los
pájaros se las habían comido.