Page 143 - LUGARES FANTASTICOS
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a sus anchas: la tiza escribía sola sobre el pizarrón, los caballitos
relinchaban y daban volteretas, las pelotas saltaban en el aire y los
soldaditos marchaban al ritmo de un tambor de hojalata. Solo la
bailarina y nuestro soldadito permanecieron haciendo equilibrio
sobre su única pierna. Cuando en el reloj de juguete sonaron las
doce campanadas de medianoche… ¡zas!, la tapa de una caja
enorme se levantó y un duende de colores, empujado por un
resorte, saltó tan rápido que todos los juguetes se detuvieron
de inmediato.
— ¡A ver tú, soldadito sin pierna! —gritó el duende—. ¿Quieres
hacerme el favor de no mirar más a la bailarina?
Pero el soldadito no le prestó atención.
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