Page 85 - FANTASTICOS SUENOS
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que no pasen frío —sugirió la mujer. De inmediato les cosió finos
pantalones y bellas camisas con capas y gorros multicolores.
Esta vez dejaron las prendas sobre la mesa, en lugar
de los cortes de cuero, y por la noche se escondieron
nuevamente tras el mueble para ver cómo reaccionarían
los duendes.
Sonaron las doce campanadas y aparecieron los
duendecillos. Al saltar sobre la mesa no ocultaron
su asombro al ver los trajes, más aún cuando
comprobaron que eran de su talla. Presurosos
y con mucha alegría cantaban mientras
se vestían: —¿No somos ya dos mozos
guapos y elegantes? ¿Por qué seguir de
zapateros como
antes?
Y tal como
habían llegado
se marcharon
saltando de un
mueble a otro. Muy
pronto desaparecieron
sin dejar rastro, ni
siquiera sus murmullos
se volvieron
a escuchar.
El zapatero y su
mujer quedaron
complacidos al ver a
los duendes felices. Y
a pesar de que, como
habían anunciado en su canto, los duendecillos no volvieron más,
nunca los olvidaron porque jamás volvió a faltar comida, ni cosa alguna
en la casa del zapatero remendón.
Ésta fue la ayuda que prestaron los duendes a un hombre que siempre
se había esmerado, con humildad y sacrificio, por cumplir con su trabajo.
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