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La aspiradora de letras
A todos los niños de la escuela de Raquel les encantaba leer. Todas las
semanas tenían un par de horas libres para tomar un libro de la
biblioteca y ponerse a leer tirados en las colchonetas del aula. Un
día, misteriosamente, todas las letras empezaron a desaparecer
de los libros de la biblioteca. Nadie sabía la razón pero, poco o poco,
todas las páginas se fueron quedando en blanco. Desde la primera
hasta la última. No solo en los libros de la biblioteca de la escuela,
sino también en los de las librerías de la ciudad y los de las casas de la
gente. Nadie encontraba una explicación y poco a poco todos se
fueron quedando sin nada que leer.
Un equipo de investigadores se puso a hacer averiguaciones y
acabaron llegando a la conclusión de que el culpable era un viejo
conocido. Se llamaba Lolo y hacía mucho tiempo había estado en la
cárcel por algo parecido: robar la letra a las canciones. Odiaba la
música y no quería que nadie cantara ni escuchara canciones.
Aquella vez, como tenía muchos conocimientos de magia, había hecho un
conjuro, pero con los libros había sido más descuidado y había dejado
varias pistas. Por eso a los investigadores no les costó mucho descubrir
su nueva forma de actuar.
Lolo se dedicaba cada noche a vaciar los libros con una aspiradora
de letras. Luego las llevaba a su casa y se hacía una sopa. En realidad
su actitud era un poco contradictoria, porque lo que hacía al comerse la
sopa era llenarse de todo el conocimiento de esos libros, de sus historias
y enseñanzas. Como lo hacía con todos, poco a poco fue aprendiendo
matemáticas, historia, francés y hasta esgrima. Todo gracias a las sopas
de letras que devoraba todos los días al caer el sol. La verdad es que Lolo
siempre había sido algo flojo y le molestaba que a la gente le gustara leer.
Así que, para ir por el camino rápido y no tener que leer, ideó el plan
para robar las letras a los libros y después bebérselas.
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