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limpias. Iván las agregó a la sopa y después
de un rato volvió a probarla. Y dijo:
–Quedaría mejor con un poco de papas
–y volvió a probarla y dijo– ¡Ay no! Son
muchas papas, ya no sabrá rica.
Los aldeanos dijeron:
–Qué lástima, tan rica que estaba quedando…
–Todavía se puede arreglar –dijo Iván– ¿Qué
les parece si agregamos un poco de carne?
–Yo tengo en casa –dijo otro aldeano.
Una vez que la trajo, se la agregaron a la sopa y
mientras terminaba de cocinarse, varias personas
de la aldea se acercaron para preguntar a los
viajeros si cualquiera podía hacer sopa de piedras.
–¡Claro que sí! –afirmaron Iván y sus
compañeros– Solo se necesitan agua,
piedras y un poco de hambre.
Por fin la sopa quedó lista y
todos los aldeanos, sin darse
cuenta, compartieron sus
alimentos con aquellos viajeros.
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