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“Una familia feliz no es sino un paraíso anticipado”. John Bowring
ser objeto de críticas duras, cuando
en realidad conforman una eventua-
lidad de todo ser humano.
Todos, absolutamente todos, nos
equivocamos. La cuestión es cómo
asumimos esos errores. Si creamos
en el seno familiar la idea de que
todo error es, en verdad, un apren-
dizaje, no conviviremos con los re-
proches y las críticas airadas. Más
aún: de los errores ajenos aprende-
mos todos.
Si estamos convencidos de que
nadie madura y crece si no se equivo-
ca, el clima familiar invitará siempre
a asistir, consolar y ayudar a quien
haya incurrido en una equivocación.
El valor de la autoestima
Si no estamos preparados interior-
mente, toda dificultad, sea del tipo
que sea, puede devenir en un pro-
blema angustiante.
Si, en cambio, cultivamos la no-
ción de que dentro de cada uno de
nosotros están las herramientas ne-
cesarias para enfrentar la dificultad
y solucionarla, el problema perderá
envergadura.
Fomentar familiarmente la autoes-
tima de cada miembro es fortalecer
las actitudes y emociones positivas,
recurso indispensable para transitar
satisfactoriamente por la vida.
La realidad prueba que la mayo-
ría de los problemas que debemos
afrontar los seres humanos se re-
suelve según la actitud con la que
los encaramos.
El valor de lo que nos rodea
Existen dos maneras de observar al
mundo: como una amenaza o como
una oportunidad. Resulta ya casi
ocioso repetir que la historia de los
grandes triunfadores estuvo guiada
por un optimismo que, en algunos
casos, hasta pareció desmesurado.
Sin embargo, el miedo a lo que nos
rodea sigue siendo una actitud que
abunda. En una familia en la que se
mira al mundo como un gran bazar
de oportunidades, reinarán tanto
el optimismo como el entusiasmo,
y una relación de sinergia entre sus
miembros que habrá de facilitar cual-
quier emprendimiento o proyecto.
El valor de la perspectiva
Todos conocemos una frase de una
verdad casi indiscutible: “Todo de-
pende del punto de vista con que se
mire”. Cuando somos incapaces de
tomar distancia de una contrariedad
o de un logro y suponemos que tan-
to la una como el otro serán eternos,
cometemos un serio error. Todas las
situaciones por las que pasamos a lo
largo de nuestra vida son tempora-
les, y esa es la perspectiva con la que
deben ser miradas. Para probar la
validez de este enfoque, un famoso
psicólogo solía pedir a sus pacientes:
“Dígame cuál era el problema que
lo aquejaba el año pasado en esta
misma fecha”. La mayoría no podía
recordarlo.
Si ejercitamos todas esas virtudes
dentro del núcleo familiar, tendremos
El marco necesario: la familia
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