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“Quien no madruga con el sol no disfruta la jornada”. Miguel de Cervantes
Benjamín Franklin acuñó la máxi-
ma “el tiempo es oro”, y no hizo
más que sintetizar en cuatro pala-
bras una sensación que nos persi-
gue, con más intensidad, a medida
que la vida de todos los días se hace
más compleja y exigente.
Sin embargo, a poco que nos
detengamos a observar qué canti-
dad de tiempo le dedicamos cada
día a lo importante, a lo urgente
y a lo accesorio, veremos que, en
realidad, el verdadero problema
surge solo de nuestra deficiente
administración.
Stephen Covey, quien más y me-
jor ha trabajado esta cuestión, pro-
pone la incorporación de siete hábi-
tos para manejar productivamente
nuestro tiempo:
1 Tener una conducta
proactiva
La proactividad, o sea marchar ha-
cia el frente, es llevar adelante una
línea de toma de decisiones propias
y libres sin dejarnos influir por el en-
torno que nos rodea. Un escaparate
vistoso de algún comercio puede lo-
grar que nos detengamos a mirarlo
solo porque ha convocado nuestra
curiosidad; pero a menudo esa es
la intención del comerciante, no la
nuestra. El tiempo que dediquemos
a observarlo no lo habremos aprove-
chado en beneficio propio.
El tiempo y las habilidades
“El hecho es que muchos de nosotros
solemos repartir inadecuadamente el
tiempo entre las tareas a desarrollar,
y parece que también desatendemos
las prioridades. No hace falta decirlo:
si entre las varias tareas pendientes en
nuestra mesa siempre eligiéramos la
que más nos apetece hacer, e inclu-
so nos extendiéramos en su desarro-
llo, entonces cabría el riesgo de que
lo más importante se retrasara sensi-
blemente, o aun de forma indefinida.
Entre otras consecuencias seguramen-
te peores, esto nos haría incubar una
cierta compunción; hay, por consi-
guiente, que nutrir la buena concien-
cia haciendo lo que hay que hacer en
cada uno de los momentos: estaremos
de suerte cuando eso sea precisamen-
te lo que más nos apetezca. En cierta
manera se trata de adoptar el mode-
lo proactivo frente al reactivo: a esto
ayuda el hecho de que cada persona
esté en su sitio, es decir, que ocupe
en la organización el puesto en el que
mejor encaje, y por consiguiente deba
hacer aquello para lo que está mejor
dotado”. José Enabral Fernández
El tiempo es oro
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