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“La verdadera ignorancia no es carecer de conocimientos, sino rehusarse a adquirirlos”. Karl Popper
situación, sin desviarse demasiado
con otras sensaciones. La atención
se diferencia de la reflexión porque
siempre se ocupa de lo que está
afuera; la reflexión, en cambio, es
una suerte de atención interior: mi-
rarnos a nosotros mismos.
El niño está sentado en un pupi-
tre del aula mientras la maestra ex-
plica cómo proceder con un cálculo
matemático determinado. Sorpresi-
vamente, al fondo del salón se es-
cucha un ruido. La sensación debe
ser interpretada por el cerebro de
nuestro protagonista: él “desatien-
de” lo que dice la maestra y pone
en marcha la percepción. Pronto le
llega el análisis: el ruido ha sido pro-
vocado por un cuaderno que cayó al
piso. Nada fuera de lo normal, nin-
gún riesgo inminente, por lo que el
niño “regresa” a la explicación de
la maestra. Cuanto más rápido sea
el proceso de “ida y vuelta”, me-
nor será el tramo del discurso que
ha quedado sin análisis. La atención
permite poder regresar lo más pron-
to posible al análisis de la situación
en la que estamos.
Como vemos, aquí participa una
de las cualidades del carácter de la
que ya hemos hablado: la voluntad.
Porque la atención es, precisamente,
la característica que posee una inte-
ligencia disciplinada. No es una fun-
ción específica de la mente, sino un
modo voluntario de la inteligencia.
El niño podía haber permitido
que la percepción siguiese adelan-
te, con todo un juego de probabi-
lidades que le hubiera dado mayor
información acerca de, por ejemplo,
cómo pudo haberse caído el cuader-
no, por qué se precipitó al piso, qué
estaba haciendo su compañero para
que el cuaderno cayera, etc. No fue
así. El niño hizo que su mente regre-
sara a lo que en ese momento tenía
importancia para él; es decir, tuvo
conciencia de lo que le resultaba im-
portante, y voluntad para no dejarse
llevar por la distracción.
Pero existe otra cuestión que se
une para que la atención pueda
desarrollarse, y es la capacidad o
la actitud perceptiva que tenemos.
Analizar o decodificar prestamente
una sensación es una aptitud cru-
cial para que podamos disciplinar la
inteligencia.
Sea perceptivo
Si usted se presenta a una entrevista la-
boral, trate de ver cómo actúa la gente,
qué hace y cómo se comporta. Ello le
dará una pauta para saber qué decir,
cómo responder, y qué actitud se espe-
ra de usted para sumarlo al grupo.
Las sensaciones llegan hasta nues-
tro cerebro por la vía de los sentidos:
tacto, olfato, oído, vista y gusto. Sin
embargo, el proceso de análisis, de
La actitud perceptiva
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