Page 36 - LUGARES FANTASTICOS
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Cuando Blancanieves despertó, estaba rodeada por siete
enanitos. Al principio sintió temor, pero ellos la interrogaron
con tal amabilidad que la joven se tranquilizó. Cuando les contó
su historia, con lujo de detalles, de inmediato los enanitos le
ofrecieron ayuda:
—Si lo deseas, quédate con nosotros para siempre. Te
cuidaremos muy bien y, si quieres, puedes cocinar y ocuparte de las
tareas hogareñas. Nos alegraría compartir nuestra vida contigo.
Blancanieves aceptó feliz. Desde ese día se levantaba antes que
sus amiguitos, les preparaba un buen desayuno y los despedía en
la puerta cuando salían a trabajar; luego, ordenaba la casa, hacía
la comida y lavaba la ropa. Por las noches los enanitos llegaban
cantando, felices de encontrarla en casa. Sin embargo, no dejaban
de recordarle que se cuidara, porque su madrastra
podría dar con su paradero y hacerle daño.
Mientras tanto, en el reino nadie comprendía por qué
la hermosa princesa había desaparecido de repente.
Aunque la buscaron, no la encontraron. El Rey estaba
desconsolado y la Reina simulaba una tristeza que
estaba lejos de sentir. Un día le preguntó al espejo:
—Dime, espejito, ¿quién es ahora la mujer más
hermosa de este reino?
El espejo no dudó en responderle:
—Sigue siendo Blancanieves.
—¿Qué estás diciendo? Blancanieves ya no está.
—Blancanieves vive feliz en el bosque —continuó
diciendo el espejo—, en la casa de unos enanos que la
cuidan.
La Reina montó en cólera al saber que su hijastra seguía viva
y que todo había sido una farsa.
Un día salió del palacio disfrazada de viejecita, con una cesta de
manzanas colgando de uno de sus brazos; la más roja y perfumada
de las frutas guardaba en su interior el veneno que le permitiría
librarse de su hijastra para siempre.
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