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LECTURAS
por la fuerza de una bomba nuclear que explotó 1.200 metros bajo su
superficie. El acto estuvo rodeado de controversia, pues la gente temía
otro temblor. El día de la prueba, 10 mil manifestantes bloquearon el
paso a la principal frontera entre Estados Unidos y Canadá para demos-
trar su preocupación. Sus pancartas decían: “Don’t Make A Wave. It’s
Your Fault If Our Fault Goes”.
La Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos ignoró las protestas
y llevó a cabo la prueba, mientras los sismógrafos grababan olas que
medían 6.9 en la escala de Richter. Pero la bomba no causó un temblor
ni una onda en la marea, y el miedo bajó por un tiempo. Luego llegó el
anuncio de que se llevaría a cabo otra prueba en el año 1971, cinco veces
más fuerte que la anterior.
Una de las personas más activas en la protesta antinuclear fue Jim
Bohlen, buzo y operador de radar en la Marina de Estados Unidos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el neoyorquino Bohlen estaba
en Okinawa cuando Estados Unidos lanzó las primeras bombas ató-
micas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Bohlen se opuso fervien-
temente a políticas del gobierno estadounidense relacionadas con las
armas nucleares, y objetó fuertemente la participación de este país
en Vietnam. Luego se mudó a Vancouver, en 1966 con su familia, don-
de conoció a Irving Stowe en una marcha antiguerra en 1967.
Fue Stowe quien introdujo a Bohlen en la religión cuáquera. Los cuá-
queros creían en una forma de protesta conocida como “dar testimo-
nio”, una forma de resistencia pasiva que implica acudir a la escena de
una actividad objetable y expresar oposición simplemente al estar ahí
de manera física.
Pronto enfocaron su atención en Amchitka. La cuestión era cómo des-
pertar la conciencia en Estados Unidos. En 1970, Bohlen y Stowe jun-
to con Paul Cote, formaron el comité “No hagan olas”, retomando el
lema de la manifestación de 1969. El propósito era detener la prueba
nuclear en Amchitka.
Según Bohlen: “‘Comité no hagan olas’ eran palabras que no significa-
ban mucho. La gente no se relacionaba con ellas, así que el grupo trató
de pensar en algo que la gente pudiera entender”.
No queda claro cómo surgió el nombre, al parecer fue Hill Darnell, un
trabajador social canadiense, quien ideó la combinación de palabras
que señalan la preocupación por el planeta y la oposición a las armas
nucleares. Así nació Greenpeace.
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