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AUTOCONCEPTO
Lectura
Pigmalión y Cyrano
de Bergerac
Se dice que en la época mitológica, un rey de
la isla de Chipre, Pigmalión, gobernaba con
bondad y sabiduría, al tiempo que dedicaba
muchas de sus horas a su principal afición:
la escultura.
Era tal la dedicación de este personaje a su
arte, que le impedía pensar incluso en la po-
sibilidad de contraer matrimonio. Se dice que
en una ocasión, ocupado en esculpir la figura
de una mujer, puso tanto empeño en ella, que
quedó enamorado de su obra. Vistió la
escultura de marfil con elegantes
ropa s, y la bautizó con el nom-
bre de Galatea.
Al celebrarse los ritua-
les en honor de la diosa
Afrodita —deidad griega
del amor— el rey sor-
prendió a los asistentes
en la ceremonia suplican-
do a la diosa que convir-
tiera la escultura en un ser
humano.
Afrodita accedió a la petición
del rey, y le indicó que volviera a su
taller y besara la imagen. Al hacerlo,
la figura se convirtió en una bellísima mujer,
que de inmediato fue convertida en esposa de
Pigmalión y con la que vivió mucho tiempo
feliz y tuvo varios hijos.
En el otro lado de la moneda, tenemos la
historia que en el siglo xix nos cuenta el autor
francés Edmond Rostand, acerca del poeta y
soldado Cyrano de Bergerac. Enamorado de
su prima Roxane, y afectado por el que con-
sidera un gran defecto físico, su enorme na-
riz, Bergerac nunca se atreve a confesar su
amor. Interviene en el drama el apuesto ca-
dete Christianne de Neuvillete, quien
sin dotes de oratoria, obtiene de
Cyrano hermosas cartas que
enamoran a la bella Roxa-
ne por los sentimientos
que demuestran. Muere
Christianne, y Cyrano de
Bergerac no se atreve a
confesar ser el autor de
las cartas.
Tenemos entonces a
un personaje enamorado
de la perfección de su obra,
y a otro capaz de ocultar su
autoría, por la inseguridad que
le provoca su aspecto físico.
Entre estos extremos del autoconcepto,
qué eliges, ¿Pigmalión o Cyrano?
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