Page 33 - CUADERNO-4
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Al rato el águila regresó y comprobó con horror que su
retoño ya no estaba. Desesperada, sobrevoló la zona a toda
velocidad y distinguió a un joven que se lo llevaba camino a
la ciudad. Rabiosa, descendió en picada y se interpuso en su
camino.
–¡Eh, tú, ladrón! ¿A dónde vas con mi chiquitín?
–¡Me lo llevo a mi casa! La serpiente que cazaste no estaba
muerta y casi se lo come de un bocado. ¡Quiero ponerlo a
salvo!
El águila se entristeció y sus ojos se llenaron de lágrimas:
–¿Me estás diciendo que soy una mala madre? –le preguntó
llorando.
–¡No, de ninguna manera! Imagino que eres una madre
buena y cariñosa como todas, pero debes reconocer que has
cometido un gravísimo error –le dijo el joven.
–¡Lo sé y estoy muy apenada por ello! Siempre estoy
pendiente de proteger a mi pequeño porque le quiero más
que a mí misma. Te juro que pensaba que la serpiente estaba
muerta y que no corría ningún peligro.
–Ya, pero… –se disponía a contestar el joven.
–Sin duda fue un descuido y no volverá a suceder.
Devuélvemelo, por favor, y yo te recompensaré –se apresuró
a decir el águila.
–¿Ah, sí? ¿Y cómo lo harás?
–¡Seré generosa contigo! Voy a concederte las dos cualidades
más valiosas que poseo.
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