Page 64 - CUADERNO-3
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Adamina decidió seguir el consejo de su madre y se preocupó
por aceptarse tal y como era. Fue entonces cuando volvió a
ser tan feliz como cuando era pequeña.
Aun cuando algunos flamencos la rechazaban por ser
diferente, ella no permitió que le afectara y solo se rodeó
de esos amigos que siempre la aceptaron como ella era, tan
blanca y hermosa como la nieve.
Mucho tiempo después el flamenco sabio de unos 20 años
vio a Adamina bailando con sus amigos y decidió acercarse
a ella para contarle algo:
–Adamina, el secreto de tus plumas se encuentra en tu
comida. Si algún día quieres ser tan rosa o roja como el
atardecer, comienza a comer lo que tus amigos.
Adamina analizó confundida las palabras del sabio flamenco
y lo comprendió todo. ¡Era la comida que todos los flamencos
comían la que hacía que les salieran esas plumas de colores!
Esa misma comida que ella desde pequeña no comía porque
no le gustaba.
Sabiendo por fin cuál era la clave para ser igual que todos
los demás, se quedó toda una tarde observando los rosados
camarones que nunca le habían gustado, pensando si debía
probarlos o no.
Ese día al atardecer se vio a varios flamencos bailando en el
lago y entre tantas plumas rosadas y rojas había un ave feliz
con un plumaje blanco, tan blanco y hermoso como la nieve.
Efectivamente, era Adamina, que había decidido dejar los
camarones en un plato y continuar siendo diferente.
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