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DIOS REFUGIO Y FORTALEZA
Dios mío me siento a gusto cuando te digo Padre y veo que soy tu hijo desde siempre y
para siempre. Me encanta saber que así te llamaba Jesús y que casi siempre empleaba
el término cariñoso de abba, papá, en arameo. Sí, Dios mío, eso es lo que eres para mí, un
papá solícito, tierno, comprensivo y amoroso.
Sé que nunca me juzgas y me aceptas así como soy, sé que eres paciente y tolerante
con mis fallas. Tú las ves como enseñanzas y sabes que las crisis y las penas purifican y
elevan. Eres un padre magnánimo y siento que a tu lado jamás me hundo en una oprimente
sensación de orfandad.
Eres mi apoyo y mi refugio, mi luz y mi esperanza, eres consuelo en mis apuros y descanso
en mis fatigas. Gracias, Padre, por perdonarme y aquietar mis angustias; gracias por estar
siempre ahí. Te amo.
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