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CUIDAR LA ESPERANZA 9
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Muchos creen que “los buenos” no deben soportar penas y que estas deben oprimir
únicamente a “los malos”. Pero esa clasificación es engañosa, ya que en la vida todos
somos probados y nadie camina sin su cruz. Sin embargo, como dijo un sabio: “No
es la carga la que nos pesa, sino el modo cómo la llevamos”.
ESPERAR PACIENTEMENTE
Martin Luther King confiesa que en su familia y en la oración encontraba fuerzas
cuando se sentía atrapado por las dudas y el desaliento. Por tanto, cuida a tu familia
y ora a diario antes de tocar fondo, alimenta tu esperanza y busca nuevas salidas. Los
valores te permiten aceptar la realidad con sus fatigas y buscar otros rumbos con fle-
xibilidad y apertura mental. Sé como el viejo lobo de mar que cambia de curso para
eludir tormentas y llegar a buen puerto. No caigas en la tentación de las soluciones
fáciles, son una trampa porque lo valioso siempre exige disciplina.
La felicidad te pide ser coherente en tu accionar, firme en tus decisiones y amoro-
so en tus relaciones. Todo sale bien cuando estás alerta, sabes trabajar en equipo y
avanzas con una esperanza activa. Sé constante y calmado porque todo llegará a su
tiempo sin forzar los acontecimientos. La esperanza te ayuda a superar las insidias que
se esconden en cada rincón y el amor te
da alientos para dominar el abatimiento,
aceptar las fatigas y encontrar soluciones.
La esperanza es la fuerza de la vida.
Con sobrada razón afirmó el escritor ar-
gentino Ernesto Sábato: “El sentido de
la esperanza me levanta una y otra vez.
Es necesario apoyarse en la esperanza ya
que la esperanza es más perdurable que
la angustia. Siempre hay algo fuera de
nuestra cárcel: un sentido de absoluto que
le da sentido a nuestra vida”. Para noso-
tros los creyentes ese absoluto es Dios y
en Él se apoya una esperanza, que no nos
defrauda.
No hay situaciones desesperadas,
sino personas sin esperanza.
Clemenceau
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