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ANTOLOGÍA DE BUENAS HISTORIAS
EL LEÑADOR Y SU VECINO
Un leñador salió un día al trabajo y, por más que buscó, no encontró su hacha y
pensó que se la habían robado. Recordó, entonces, que el hijo de un vecino lo
había estado mirando el día anterior mientras trabajaba, y sospechó de él. Lo ob-
servó bien y se aseguró más en sus sospechas por distintos motivos: tiene mirada
de ladrón, se decía, sus gestos denotan malicia y camina como un malhechor. En
todos sus actos veía señales de maldad y, cuando llevaba una semana con esos
pensamientos, recordó dónde había dejado el hacha: allí estaba. Desde ese instante
vio al hijo del vecino como un chico normal, amable y buena gente. Sin duda era
un buen muchacho.
EL HOMBRE SANTO
Un santo estaba meditando con los
ojos cerrados y muy unidos a Dios en
el silencio. Lo vio un borracho y pensó:
“Este está más volado que yo y ha bebi-
do varios días seguidos”. Más tarde cru-
zó por allí un ladrón y pensó: “Mírenlo
cómo cierra sus ojos para que me confíe
y así pueda atracarme. Es un tipo astuto
y mejor me pierdo porque la policía lo
debe estar buscando”.
Pasó cerca una mujer y en sus adentros
dijo: “Este haragán duerme mientras su
esposa trabaja duro para mantenerlo”.
Finalmente cruzó por allí otro santo, vio
a Dios en ese sabio maestro y se sentó a
su lado a meditar.
Nota: Ves lo que quieres ver y captas lo
que quieres escuchar.
Así vivimos:
despidiéndonos siempre.
Rainer María Rilke
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