Page 60 - 5 Beneficios de la salud emocional
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“La verdadera gloria echa raíces y se expande; las pretensiones vanas caen al suelo como flores; lo falso
no dura mucho”. Marco Tulio Cicerón
Capítulo 7
una palabra de aliento, interpretar
gestos, ofrecer el hombro, solidari-
zarse y estimular.
El concepto moderno es entonces
pasar del liderazgo personalista y
monárquico a una toma de decisio-
nes solidaria y conjunta.
Entender esto, más allá de los
incentivos monetarios que pueden
existir o no, lo preparará para la di-
námica empresarial del mañana y lo
hará sentir bien en el ámbito laboral
de hoy.
Volvemos al título del capítulo
para que lo tenga en cuenta: “Nadie
respeta a un perdedor; nadie ama (ni
respeta, agregamos) a un insensible”.
Gente concreta
Cuando pertenecemos a un grupo
de trabajo debemos tener en cuenta
que un grupo es una suma de indi-
viduos, e in-dividuo significa “algo
que no se puede dividir”; es decir,
no se puede tomar solo un aspecto
de esa persona y desechar el resto.
A menudo sucede que un em-
pleado o un compañero de labor
es competente pero no nos resulta
simpático, o es puntual pero se dis-
trae un poco. Eso puede servir para
justificar un rechazo, una falta de
consideración, una zancadilla.
Una de las manifestaciones más
claras del egoísmo y la coartada
para pisar cabezas es suponer que
uno es la suma de todas las virtu-
des, que está hecho de una materia
supra humana y que sus defectos,
si es que los tiene, no son más que
detalles que no hacen el meollo de
la cuestión.
Hay que recordar que en todo
grupo humano encontraremos gen-
te concreta, de carne y hueso, con
defectos y virtudes como los tene-
mos nosotros mismos. El secreto
para trabajar y convivir con ellos
es simple: respeto, tolerancia y
consideración.
Hay gente que puede entender
y compartir los grandes postulados
universales sobre la solidaridad y la
cooperación, pero que se escuda
en pequeñas particularidades indivi-
duales para no ejercer esas virtudes
con la gente de todos los días. Del
mismo modo hay gente que cola-
bora de manera desmesurada para
mitigar el hambre en África, y no se
percata de la necesidad existente a
solo diez minutos de su casa.
Páginas atrás mencionábamos el
caso de Escipión el Africano y el de
Julio César. Volvamos a este último y
busquemos equipararlo con el fun-
cionario de una empresa.
Como dijimos, Julio César era un
general victorioso (un gerente exito-
so) que tras grandes batallas (cam-
pañas de venta, lucha con la compe-
tencia) le había procurado grandes
triunfos (ganancias) a Roma (la em-
presa). Pero he aquí que una vez que
le cubrieron de laureles (ascensos,
gratificaciones) se volvió déspota,
insensible, tiránico con sus soldados
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