Page 28 - 5 Beneficios de la salud emocional
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“Los sentimientos y las emociones son el lenguaje universal que debe ser honrado”. Judith Wright
Capítulo 3
Daniel Goleman lo sintetiza en
una sola frase: “El viejo paradigma
proponía un ideal de razón libera-
da de los impulsos de la emoción.
El nuevo paradigma, por su parte,
propone armonizar la cabeza y el
corazón”.
Abandonando por un momento
lo referente a la inteligencia emo-
cional, digamos que ya la psicología
clásica, en sus distintas teorías de la
personalidad, daba cuenta del asun-
to. Ahí, confianza, autonomía, iden-
tidad, etc., son algunas de las cuali-
dades del carácter que determinan
la fortaleza o debilidad de la perso-
nalidad de un individuo. Son cuali-
dades que se van adquiriendo entre
la niñez y la adolescencia y que, en
todo caso, poco tendrán que ver
con el posterior desarrollo de una
afinada inteligencia emocional.
Lo cierto es que, al contrario de
lo que puede creerse , sentir y expre-
sar emociones son un acto de for-
taleza. Ignorarlas o dejarse arrastrar
por ellas en un ataque de irraciona-
lidad, en cambio, sí constituye una
muestra de debilidad.
Un caso célebre
Publio Cornelio Escipión, llamado “el
Africano”, fue un notable político y
militar romano, famoso por haber
derrotado a las fuerzas del cartagi-
nés Aníbal, que amenazaba la he-
gemonía de Roma. Aunque menos
que Julio César, Escipión era muy
hábil en las cuestiones estratégicas
y fiero en el combate. Las tropas ro-
manas se mantenían a merced de
una férrea disciplina, y en esto Es-
cipión tampoco concedía nada. Sin
embargo, fue el más amado de los
generales y el que más provecho sa-
caba de sus tropas, pues tenía fama
de hombre estricto pero de buen ca-
rácter y magnánimo.
Existe acerca de él un relato le-
gendario que dio origen a piezas li-
terarias, numerosos cuadros y cerca
de veinte óperas. La historia, sea real
o no, habla de un líder que sabía ha-
cer uso de su inteligencia emocional.
Se dice que, luego de tomar la
ciudad de Cartago, le presentaron al
vencedor Escipión, como parte del
botín de guerra, a una joven prince-
sa del lugar, bella como pocas. El ge-
neral podía tomarla y hasta era con-
veniente que lo hiciera para resaltar
su aura de triunfador. Además, Esci-
pión era joven, bien parecido, vigo-
roso y muy afecto a las mujeres.
Pero el romano se enteró de que
la bella joven ya estaba prometida a
un oficial del ejército, y que su mayor
deseo era casarse con él. El padre de
la muchacha se hizo entonces pre-
sente con un importante tributo, un
tesoro que debía entenderse como
el rescate de su hija.
Escipión se informó una vez más
de los sentimientos de la princesa y
tomó una decisión. El hombre que
había hecho temblar al enemigo y
hacía observar estrictas normas de
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