Page 107 - 4 Trabajo en equipo
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“Un hombre inteligente y a pie sobrepasa al tonto que va en coche”. D.G. de Girardin
capacidad creativa, pero la mayoría
de las personas no ha aprendido a
usarla”.
La creatividad no es sino la ca-
pacidad que tiene el hombre para
innovar. Una persona creativa da
respuestas novedosas a problemas
inéditos, o que la mayoría de las ve-
ces solo tienen ropaje nuevo. Una
persona que hace buen uso de su
don creativo actúa de acuerdo con
pasos sucesivos:
1) Trata de mirar el problema
desde una perspectiva no habitual.
2) Arriesga una respuesta des-
de ese costado que nadie había
considerado.
¿Un ejemplo?
Uno de los mayores descubri-
mientos de la medicina, que por
cierto salvó millones de vidas, se
dio cuando Edward Jenner dejó de
golpearse la cabeza contra la pared,
como sus colegas, pensando por qué
tanta gente contraía viruela y moría.
Jenner era un médico rural inglés y
además era poeta; tal vez por ello
tenía tan desarrollado el don de la
creatividad. La viruela era por enton-
ces una temible plaga que diezma-
ba poblaciones enteras de Europa y
América. Lo que hizo Jenner fue in-
vertir el pensamiento y cuestionarse
por qué no se enfermaban los que
no se enfermaban.
Así descubrió que las muchachas
que ordeñaban las vacas solían con-
traer una enfermedad llamada “vi-
ruela boba”, que era un atenuado
remedo de la viruela más grave y que
solo afectaba las manos de quienes
tenían contacto con las ubres de va-
cas que sufrían ese ligero mal. Y lo
más asombroso: esas ordeñadoras,
¡eran inmunes a la viruela!
Tan revolucionario fue su nuevo
modo de ver el problema que la his-
toria hasta conservó los nombres de
los pequeños protagonistas del he-
cho. Jenner extrajo pus de la lesión
de una mano de Sara Nelmes, una
ordeñadora que había contraído la
enfermedad de su vaca lechera, y el
14 de mayo de 1796 inoculó con esa
extracción a un joven sano llamado
James Phips, y, ¡oh, sorpresa!, el jo-
ven se mantuvo inmune al gran mal.
Pero todo el que da una respues-
ta creativa debe estar dispuesto a
afrontar las críticas y el escepticis-
mo, y Jenner no fue la excepción.
Tales fueron los ataques que sufrió
que decidió inocular a su propio hijo
de cinco años de edad, para de-
mostrarles a todos que confiaba en
lo inofensivo del tratamiento y en
que este confería inmunidad. Pero
aun así tuvo una férrea oposición
de quienes no creían que algo tan
sencillo pudiera ser la solución que
millones de personas aguardaban.
El gran reconocimiento vino en
1805, cuando el gran Napoleón,
otro creativo notable, ordenó que
toda su tropa recibiera la “vacuna”
(así se llamó el tratamiento por pro-
venir de las vacas). Jenner vivió hasta
los setenta y tres años rodeado de
Resoluciones singulares
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