Page 27 - 2 Pensar en positivo
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“El estilo es el ropaje de los pensamientos”. Lord Chesterfield
El deseo como organizador
del proceso
Nadie ignora que cualquier estrate-
gia inicial que concibamos para salir
de un dilema, o para llevar adelante
un proyecto, está impulsada por el
deseo de salir de ese problema o de
triunfar con el proyecto planeado.
Dicho deseo nos empuja a desaten-
der las consecuencias negativas que
traerá consigo una determinada lí-
nea de acción; al elegir una, apenas
algunos datos preliminares nos indi-
can que nos conduce al destino que
hemos elegido.
Sabemos los efectos benéficos
que el deseo puede tener sobre la
conducta humana, pero cuando ese
deseo no está debidamente enmar-
cado y controlado por un férreo ra-
ciocinio puede crear fantasías que
nos lleven por un rumbo equivocado.
La velocidad como soporte
del análisis
Los especialistas en el área de la
mente tienen una frase muy signi-
ficativa: “Pensar rápido es pensar
mal”, dicen. La velocidad suele te-
ner dos inconvenientes principales:
partir de datos parciales o erróneos
y, por eso mismo, concluir a menudo
apresurada e insatisfactoriamente.
Pensar implica esfuerzo y, even-
tualmente, frustración. Cuando la
mente compara, examina y profun-
diza, puede ocurrir que las prime-
ras ideas que concebimos exhiban
grietas, incoherencias y consecuen-
cias indeseadas. Eso nos frustra y
también nos agota. Sin embargo,
la pereza intelectual es uno de los
caminos más seguros hacia el error.
Pensar pausadamente y con rigor es
el método que mejor habrá de pro-
tegernos de un duro y desagradable
golpe contra la realidad.
Aprender a pensar
Hablo, luego existo
El lenguaje oral y escrito es la forma de
comunicación del pensamiento y uno
de los productos más complejos de la
mente humana. Su producción exige
una inmensa cantidad de actividades
mentales. El lenguaje es, sin duda, uno
de los mayores prodigios del pensa-
miento y el cerebro del hombre. Es el
elemento diferenciador de la condición
humana.
Los preconceptos como con-
dicionantes del rumbo
Todos tenemos un manojo de pre-
juicios y “certezas” que llevamos
como una mochila sobre la espalda.
Esos amigos indeseables suelen po-
nerse en el lugar de la información
objetiva, llevándonos a construir una
realidad a su medida; una realidad
edificada sobre cosas que “deberían
ser” de tal o cual modo.
Cuando somos incapaces de qui-
tar del centro de la escena nuestras
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