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“Puedo aprender de mis equivocaciones, pero no puedo aprender de lo que no hago”. Abel Cortese
fine a la persona optimista como a
un tonto que vive fuera de la reali-
dad. Nada más inexacto. Se trata de
reconocer los problemas pero tam-
bién las soluciones posibles, identifi-
car las dificultades y al mismo tiem-
po las estrategias para superarlas,
descubrir las cosas que están mal,
pero además las que están bien.
Otra confusión bastante habitual
al momento de definir el optimismo
es identificarlo con la alegría. Serio
error. Una persona puede estar ale-
gre por más de un motivo circuns-
tancial y ser, sin embargo, un gran
pesimista. La alegría es una sensa-
ción que se experimenta coyuntu-
ralmente, en momentos precisos y
determinados. La serenidad interior,
que es la cualidad preponderante
del optimista, es un estado perma-
nente que surge de la confianza en
sí mismo y en los demás.
Por otro lado, confiar en los de-
más no significa ingenuidad, sino
que es la contracara de lo que en el
pesimista es la actitud prevalente:
la desconfianza. Desconfiar del otro
como reacción inmediata habla con
claridad de la subyacente descon-
fianza en uno mismo. Y todas las
legislaciones del mundo tienen una
premisa elemental: nadie es culpable
hasta que se demuestre lo contrario.
Confío en mí
El optimismo, entonces, se asienta
sobre una de las más indiscutibles
fortalezas del carácter, como es la
autoconfianza.
Al respecto, Edward de Bono apun-
ta que: “Ser constructivo significa te-
ner expectativas positivas, no simple-
mente sobre lo que pueda ocurrir,
sino sobre lo que uno puede hacer”.
Resulta paradójico el hecho de que,
por lo general, suele elogiarse sin am-
bages al audaz, pero se descalifica al
optimista. ¿Qué otra cosa impulsa a la
audacia si no es el optimismo? ¿Quién
podría atreverse a emprender accio-
nes que conllevan riesgos si no pensa-
ra que todo saldrá bien?
¿Qué es el optimismo?
El término optimismo proviene del la-
tín optimum, que significa “lo mejor”.
El diccionario de la Real Academia Es-
pañola le reserva dos definiciones: una
es “propensión a ver y juzgar las cosas
en su aspecto más favorable”. La otra,
lo vincula con la postura filosófica que
le concede al Universo la mayor perfec-
ción que existe.
Si observamos con detenimien-
to a quienes nos rodean, con toda
seguridad haremos una verificación
importante: a los optimistas es a
quienes, en general, mejor les va en
la vida. Y el hecho no es casual.
Pensar en positivo
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