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Capítulo 4
Dmitriy Shironosov
Isabel y los griegos
Los antiguos griegos creían que los
entusiastas estaban poseídos por un
dios. Ese dios les permitía llevar a cabo
acciones que, probablemente, la razón
hubiese condenado por atrevidas, pero
que —en el caso de los entusiastas—
solían maravillar a los otros hombres.
La retórica, que para los griegos era un
arte, en boca del entusiasta se transfor-
maba en un dulce veneno que pene-
traba la razón y el alma del auditorio,
logrando que todos y cada uno de los
argumentos esgrimidos por este cauti-
varan a quienes escuchaban. Convenci-
da de la realidad que aquella creencia
conllevaba, la reina Isabel de Inglaterra
prohibió que en su reino, durante seis
meses, se predicara sin una autoriza-
ción expresa de ella. Sabía que el entu-
siasmo se contagia, persuade y lidera.
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