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El martillo se enfadó muchísimo porque se sentía
perfectamente capacitado para el puesto de
moderador y, muy molesto, contestó:
–Con que esas tenemos, ¿eh? Pues si yo no
puedo, pequeño tornillo, tú tampoco. ¡Eres
un ingenuo y solo sirves para girar y girar
sobre ti mismo como un trompo!
¡Al tornillo le pareció fatal lo que dijo el
martillo! Se sintió tan enojado que, por
unos segundos, el metal de su cuerpo
se calentó y se volvió de color rojo.
A la lija le pareció una situación muy
cómica y le dio un ataque de risa
que, desde luego, no sentó nada
bien a los otros dos. Así que el
tornillo, muy irritado, le reclamó:
–¿Y tú de qué te ríes, lija? ¡Ni
en sueños pienses que tú serás
la presidenta de la asamblea! Eres
muy áspera y acercarse a ti es muy
desagradable porque raspas. ¡No te
mereces un cargo tan importante
y me niego a darte
el voto!
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