Page 168 - CUADERNO1
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–¿Ven lo que les digo? –repetía–. Solo son unos pobres pollos
que no pueden volar. Mejor será que se dediquen a cantar.
El mismo trato se repitió de jaula en jaula y de pajarito en
pajarito, por lo que en sus miradas tristes y su andar torpe
se notaba que estaban convencidos de no ser más que pollos
cantores. Ángel dejó escapar una lagrimita pensando en
todas las veces que había disfrutado visitando la
pajarería y se quedó allí escondido, esperando
a que el señor Benjamín se marchara.
Esa noche, Ángel no dejó de
animar a los pajaritos:
–¡Claro que pueden volar! ¡Son pajaritos!
¡Y son hermosos! –decía una y otra vez.
Pero solo recibió miradas tristes,
resignadas, y uno que otro bello canto.
Ángel no se dio por vencido. La noche siguiente
y muchas otras más, volvió a esconderse
para animar el espíritu de aquellos hermosos
pajaritos. Les hablaba, les cantaba, les
silbaba y les enseñaba innumerables libros
y dibujos de pájaros voladores. Les decía:
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