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“No esperes a que te toque el turno de hablar; escucha de verdad y serás diferente”. Charles Chaplin
mismos, porque si bien nuestra ac-
titud ayuda a satisfacer las necesi-
dades ajenas, son los demás los que
satisfacen las nuestras. Es imposible
hablar, interactuar o procesar la co-
municación de los otros sin dedicar
el tiempo necesario para que ello
ocurra. Ninguna de las múltiples
inteligencias humanas funcionará
adecuadamente si nuestros vínculos
interpersonales son deficientes. Ni
hablar, por supuesto, de la inteligen-
cia emocional.
Decálogo del bien
relacionado
Escuchar al otro e interactuar con él
tiene, más allá de lo emocional, otro
elemento imprescindible para nues-
tro propio desarrollo: la posibilidad
de cotejar miradas diferentes de la
nuestra respecto de casi todos los as-
pectos de la vida. A cualquier ser hu-
mano le resultaría imposible evolu-
cionar, intelectual y emocionalmente,
si no confrontara sus experiencias y
valores con modelos previos. Por otra
parte, será imposible que conten-
gamos a una persona si ignoramos
qué la angustia; tampoco podremos
comprenderla si desconocemos cuá-
les son sus ideas y sus creencias.
Keith Davis, profesor emérito de
Administración en la Universidad de
Arizona, afirma en una de sus obras
que existen diez reglas para llevar
adelante una buena escucha. En sín-
tesis, de esto se tratan:
1 Dejar hablar al otro
Es un defecto muy común en algunos
periodistas efectuar una pregunta, y
antes de dejar responder efectuar
una segunda, e incluso arriesgar una
opinión en forma de pregunta antes
de que el otro haya contestado las
dos anteriores. Si hemos de requerir
una opinión de otro, o si simplemen-
te le concedemos espacio para que
exprese su punto de vista, lo menos
que podemos hacer es escucharlo.
2 Permitir que quien habla
se sienta cómodo
Un clima de suspicacia o de descon-
fianza previo al discurso de nuestro
interlocutor lo hará sentir a disgusto;
entonces, poco podremos esperar de
la calidad de su comunicación. Sería
como pedirle que silbe parado en la
cima de una columna y con viento en
contra. Hagámoslo sentir bien, y lo
que salga de sus labios será su genui-
no pensamiento. Y eso siempre es un
buen aporte.
3 Demostrarle que desea
escucharlo
Una actitud atenta incita al otro a
hablar, y quien se ve así impelido
lo hace sin tapujos y se siente incli-
nado a la sinceridad. Siente que lo
suyo aporta. Apoyar nuestro mentón
en un puño y mirarlo, asentir cada
tanto con la cabeza, hacer un leve
gesto de admiración hacia sus pala-
bras, lo harán sentir valorado. Y nos
valorará.
El tiempo que doy, me lo doy
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