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“Una mente atormentada por la duda no puede concentrarse en el camino que conduce al éxito”.
Arthur Golden
en lo propio, independientemente
del resultado de otra área; es más,
si es necesario, a costa de otra área
cualquiera.
Como además del incentivo de
ascenso suelen estar los premios
monetarios por sección, un departa-
mento de Ventas, por ejemplo, pue-
de vender a diestra y siniestra, para
llegar a una cifra récord, sin que le
preocupe la solidez de los clientes,
o que el departamento de Cobran-
zas se vea en aprietos para cumplir
con su tarea, lo cual afecta a toda la
empresa.
“Si yo estoy bien, todo está bien”
y “Después de mí que se caiga
todo sin problemas” parecían ser
las divisas rectoras de este tipo de
organización.
¿Qué hizo entonces el primer fa-
bricante de teléfonos móviles del
mundo? Veamos.
Lo qUE le pasa a uno,
les pasa a todos
Cuando en los años 90 quiso ex-
pandir su negocio a las aplicaciones
multimedia y a la compatibilidad con
la web, Nokia vio que el secreto del
triunfo era la colaboración de cada
sector de negocios, una relación in-
terna donde no rigiera la ley de la
selva. Para ello debía reestructurar
los roles de sus gerentes, infundién-
doles un espíritu de colaboración, y
así lo hizo. Los incentivos siguieron
existiendo, pero sobre el resultado
total del negocio. Eso limitó la au-
tonomía de cada departamento y
fortaleció los lazos de solidaridad
y colaboración. Ayudó a solucionar
errores que antes no se veían, pues
no afectaban más que a unos y be-
neficiaban a pocos.
Nadie respeta a un perdedor...
El líder de la túnICa blanca
Mahatma Gandhi es acaso uno de los
mayores ejemplos de lo que es ser un
verdadero triunfador de nuestro tiem-
po. Sin disparar una sola bala, y sin
alzar un solo machete, India logró in-
dependizarse de Gran Bretaña de la
mano de Gandhi. Tan claros eran sus
objetivos que hasta los años de cárcel
que padeció le fueron funcionales a su
causa. Cada fracaso, cada muestra de
intolerancia o incomprensión, el Ma-
hatma los transformó en nuevos esca-
lones hacia la victoria. Y todo ello, sin
renunciar a su sensibilidad.
Eso no solo limitó la “pisada de ca-
bezas”. Creó procesos colectivos de
decisión que sumaron gratificaciones
y una experiencia empresarial que ja-
más habría aportado la mirada solo a
la “propia huerta”. El éxito de cada
uno dependía del éxito del vecino, y
no se lograría sin brindarle una mano,
ya fueran simples comentarios, ad-
vertencias, datos u horas de trabajo
solidario. La inteligencia emocional
tenía aquí una función preponderan-
te, pues había que escuchar, brindar
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