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“El éxito es ese viejo trío: habilidad, oportunidad y valentía”. Charles Lukman
operar como factor negativo a la
hora de la evaluación y la decisión.
Para explicar de alguna mane-
ra el porqué algún fracaso anterior
opera como dato positivo, Donald
Trump dijo que siempre trataba de
elegir colaboradores que hubieran
transitado la derrota circunstancial,
porque eso le probaba que el candi-
dato no le temía al riesgo.
El segundo hallazgo que también
era contrario a lo que se suponía,
es que la gran mayoría de los exi-
tosos, en todo tipo de actividad, se
mostraban marcadamente atentos
a las necesidades de quienes los ro-
deaban. El supuesto de que los que
triunfan en la vida eran egocéntri-
cos, individualistas e insensibles se
derrumbó frente a los abrumadores
datos de la realidad.
El egoísmo y la falta de una ac-
titud ética y responsable para con
los demás pueden brindar triunfos
momentáneos, pero jamás bases
sólidas sobre las cuales considerar el
éxito.
Nadie ignora que alcanzar la
cima es muchísimo menos difícil
que mantenerse en ella. La verda-
dera clave del éxito no es ni más
ni menos que esto último: la capa-
cidad para sostenerse en lo alto; y
dicho logro está en directa relación
con cuáles hayan sido los méritos
propios para llegar. “Pisar cabezas”
no es una buena manera de subir al
podio de los triunfadores.
Un ejemplo moderno
Si bien nadie quiere hacer negocios
con un perdedor constante, ni quie-
re emplearlo, ni desea colaborar con
él en una tarea en común, tampoco
los empleados o jefes “jíbaros”, es
decir, aquellos reductores de cabe-
zas, gozan de la simpatía de nadie ni
cosechan manos tendidas y dispues-
tas a la labor de grupo. A propósi-
to, citaremos el ejemplo de Nokia,
la conocida corporación finlandesa
de teléfonos celulares, que ha deci-
dido implementar normas para que
el deseado afán de competencia de
sus empleados no degenere en una
escalera de cabezas rodantes.
Es precisamente en ese tipo de
empresa donde los ejecutivos suelen
tener una alta rotación y eso, si bien
renueva ímpetus, no lleva a edificar
cada etapa sobre la confiabilidad y
la experiencia. A menudo, esa rota-
ción se produce porque los propios
subordinados “serruchan el piso” o
conspiran contra sus jefes caníba-
les, que solo piensan en sorber la
yugular de quien está en el puesto
siguiente y apoyarse en los hombros
de los de abajo, sin contemplación
ni sensibilidad alguna.
La pirámide clásica es la de un
“ejecutivo rey” al que reportan los
distintos “virreyes” de área, quienes
dan cuenta de los logros en su de-
partamento específico. De allí que
cada uno de los ejecutivos de esta
segunda línea trate de destacarse
Nadie respeta a un perdedor...
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