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“La cólera es una ráfaga de viento que apaga la lámpara de la inteligencia”. Robert Green Ingersoll
recursos que deberíamos desplegar
para una satisfactoria y exitosa rela-
ción con quienes nos rodean.
Un ejercicio de
imaginación
Trate ahora de imaginar la siguiente
escena. Usted acudió a una entrevis-
ta de trabajo. Cierta empresa, una
comercializadora de productos de
computación, requiere un vendedor
senior, es decir, con experiencia. El
sueldo es muy bueno, además pa-
gan comisiones y hay posibilidades
de progreso.
Lo entrevista el señor Zaldívar, ge-
rente de Recursos Humanos, pero en
realidad quien necesita que se cu-
bra ese puesto es su posible jefe, el
licenciado Valle, gerente de Comer-
cialización. Días atrás usted ya ha en-
viado sus inmejorables antecedentes
laborales por correo electrónico. El
licenciado Valle hizo una selección de
aquellos postulantes que aparentaban
reunir las condiciones para el puesto y
le hizo llegar sus antecedentes impre-
sos al señor Zaldívar, que ahora está
frente a usted.
Zaldívar es un hombre correcto.
Tiene mucha experiencia en selec-
cionar personal; sin embargo, su
rostro es inescrutable y apenas lo
mira a usted de reojo (o eso parece).
Las preguntas del entrevistador son
las previsibles; es más, no hace sino
preguntar lo que ya tiene impreso
frente a sus ojos: estudios, experien-
cia anterior, por qué pasó de una
empresa a otra, etc.
Terminado el cuestionario básico,
Zaldívar deja a un costado su legajo
y le dice reclinándose en su sillón y
con una amable sonrisa: “¡Bien, ya
terminamos! ¿Cómo se sintió?”.
¿Qué es la inteligencia emocinal?
¿Qué son los sentimientos?
Los sentimientos son las impresiones
que provocan, a nivel anímico, ciertas
situaciones, actitudes y conductas que
el ser humano registra a lo largo de
cada día. Se dividen básicamente en dos
tipos: positivos y negativos. Los prime-
ros afloran cuando el individuo se halla
frente a situaciones o actitudes gratifi-
cantes, que lo enaltecen, lo valoran o
lo benefician. Los segundos, cuando la
persona se halla ante episodios traumá-
ticos, desgraciados o humillantes que la
involucran directa o indirectamente.
Pero es uno el que debe regular su
efecto final.
La reunión se destensa un poco, el
hombre le convida un café, él toma
otro y de pronto, como al pasar, apa-
rentemente aliviado de la tarea que
los reunió, comienza a hacerle pre-
guntas más personales sobre la cons-
titución de su familia, cómo andan
sus niños en la escuela o qué opina
su madre del cambio de trabajo…
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