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“Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas”. Jean-Jacques Rousseau
respeto es dado para ser recibido,
y quien no lo da, no debe esperar
obtenerlo.
Virtud de dos vías
La capacidad para respetar al otro
parte de dos cualidades con las que
debemos contar: autoestima (respe-
to por uno mismo) y responsabilidad
(hacer lo que se debe cuando debe
ser hecho).
Si somos incapaces de respetarnos
a nosotros mismos muy difícilmen-
te podremos respetar al semejante,
hacernos cargo de su singularidad
como ser humano, de su valía como
persona por el solo hecho de serlo.
El autorrespeto es la capacidad que
tenemos de valorarnos sin necesidad
de que esa consideración provenga
del exterior.
Sin responsabilidad, entretanto,
cualquier relación interpersonal será
apenas un contacto fortuito y con
nulas posibilidades de continuidad.
Cuando no hacemos lo que “debe ser
hecho”, nos convertimos en sujetos
antisociales movidos exclusivamente
por un pernicioso egocentrismo. Solo
llevamos adelante lo que nos gratifica,
con independencia de los derechos y
las necesidades del otro.
Soberbia y arrogancia suelen ser
dos de las características que nos
empujan a no respetar a las perso-
nas que nos rodean, y no es difícil,
desde luego, confeccionar una lar-
guísima lista de todos los daños que
estos dos defectos infligen a quienes
los padecen.
Mostrarse respetuoso con las per-
sonas no significa de ninguna ma-
nera ser servil. El servilismo es una
manifestación de falta de autova-
loración y autorrespeto. Compar-
tir siempre, sean cuales fueren, las
opiniones y actitudes del otro no es
respetarlo sino someterse a él. Así
nosotros mismos estaríamos ganán-
donos la falta de respeto de nues-
tros semejantes.
Respetar al otro es, por ejemplo:
Ser capaces de escuchar con
atención lo que el interlocutor
quiere expresar, y solo después
emitir nuestra propia opinión
Hablar antes de escuchar siempre
es una mala idea, y no solo por la
falta de respeto que manifestamos.
Cuando recurrimos a este modo de
intercambio, por lo general queda-
mos en inferioridad de condiciones
en cualquier debate. Si no escucha-
mos los argumentos ajenos antes de
exponer los nuestros, nos privamos
de la posibilidad de acomodar la ar-
gumentación para que sea funcional
a nuestra opinión.
Jamás hablar mientras otro lo
está haciendo
“Encimarnos” o tratar de “tapar” el
discurso ajeno es una de las mayores
muestras de falta de respeto. Cuando
lo hacemos, estamos diciendo dos
cosas: “No quiero dejarte hablar”
El respeto: una distancia que acerca
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