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“Una pregunta tonta a menudo nos da una respuesta inteligente”. Aristóteles
cera y hasta una cuarta ronda de
aportes de las mismas personas que,
obligadas a decir algo distinto, a la
vez se forzarán a exprimir su capa-
cidad creativa y a ir mentalmente a
donde no habían ido.
4 Realizar cruces e injertos
Todo aporte puede tener una parte
de verdad, y a menudo toda idea
tiene algo bueno y algo descartable.
En esto no debe haber copyright o
derecho de autor que respetar. Los
más diversos cruces, las ideas “mu-
tantes” pueden resultar las más ap-
tas para acarrear una solución. Re-
cuerde que, cada vez que alguien
emite una opinión, esta viene con un
sello de originalidad personal, pero
también con un límite individual.
5 Ordenar y jerarquizar
Finalmente, y con todo rigor posi-
ble, se debe hacer una lista de las
ideas obtenidas, y luego establecer
un orden jerárquico decreciente de
las que se consideran más aptas a
las que lo son menos (sin tener en
cuenta su origen, reiteramos). Y lue-
go, habrá que quedarse con la que
se considere excelente, descartando
las muy buenas, las buenas, las re-
gulares y las malas. Hasta entonces,
todas habrán sido hermanas que
aspiran al triunfo. Finalmente, una
sola se alzará con el lauro y esa ten-
drá que ser, a todas luces, la mejor.
La madre Naturaleza
Muchos hombres, maravillados ante
el mecanismo de relojería del mun-
do, han concebido la imagen de un
Dios creador, cuya Providencia no solo
es el origen de ese prodigioso entra-
mado sino también su atento opera-
dor. Otros, que niegan su existencia,
no dejan de reconocer la Naturaleza
como una suerte de Gran Creadora.
Jonas Salk, por ejemplo, sostuvo que a
veces las soluciones son más elemen-
tales de lo que pensamos desde nues-
tra soberbia mente humana. El gran
científico dijo: “Piense como la Natu-
raleza. Pregúntese lo siguiente: ¿cómo
resolvería esto?”.
Los vehículos que se desplazan me-
diante sistemas de discos dentados y
cintas han surgido de observar preci-
samente a las orugas y su desplaza-
miento ondulante por todo terreno.
Desde la antigüedad, y con mayor
detalle desde Leonardo da Vinci, el
hombre ha soñado con imitar a las li-
bélulas, y hoy existe el helicóptero.
Cuando la solución llega entre todos
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