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“Solo conozco una clase de hombres: los que trabajan“. Juan Domingo Perón
Capítulo 9
– Le cuesta relajarse, jamás desco-
necta el teléfono celular ni la laptop.
– Lleva siempre la agenda con to-
das las actividades que debe cumplir.
Como el trabajo es su “gatillo” (se
llama así a las situaciones que desen-
cadenan la conducta adictiva) siem-
pre lo tiene a mano, y halla en él
nuevas ocasiones para estimularse.
– No soporta salir de vacaciones. A
los tres días de haberse ido tiene sen-
sación de culpa, piensa que lo van a
despedir o que perderá clientes.
– Suele tener accesos de ira e
impaciencia con sus compañeros o
subordinados (“¡son todos abúlicos
e inútiles!”).
– Rara vez sale con su esposa a
solas, y casi no va a ver a sus hijos
jugar un partido de futbol o partici-
par en una obra escolar. La excusa es
siempre: “Trabajo para el futuro de
ustedes”.
Si ya tiene un buen trabajo, será
mejor si sabe darle la justa ubicación
en su vida. Si aspira a tenerlo, tal
como veremos más adelante, el me-
jor empleado es aquel que no deja
de ser persona, el que es más per-
sona cada día. Benito Pérez Galdós
solía decir: “Dichoso el que gusta de
las dulzuras del trabajo sin ser su es-
clavo”. Piénselo y dará en el blanco.
BIBLIOGRAFÍA
– Cabot, Richard C.: Para qué viven los hombres, Buenos Aires, Fabril, 1949.
– Levinson, Harry: Psicología del ejecutivo, Barcelona, Paidós, 1968.
– Norfolk, Donald: Mens sana, Barcelona, Planeta, 1992.
– Rieznik, Pablo: “Trabajo, una definición antropológica“, Razón y Revolución, Nº 7, Buenos Aires, 2001.
– Smilles, Samuel: Vida y trabajo, Buenos Aires, Granica, 1916.
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