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LECTURAS
otros tratamientos más convencionales no resultan apropiados.
En los albores de la carrera espacial o en la actualidad se acude al
cosmos para probar la combinación de elementos minerales, algo
similar pasa con los efectos de la ingravidez a la hora de solucionar
determinadas enfermedades o justificar la eficacia curativa de con-
cretos tratamientos; los delfines –y su medio acuático con la interac-
ción de los sonidos– permiten progresar en un terreno de la salud
que se muestra hoy en fase experimental, pero que por el momento
ofrece avances más que prometedores, tal como señalan las metafí-
sicas, Geraldyne L. Waxkowsky y Marysol González Sterling.
¿Cómo llegan sus ondas a nuestro cerebro? El delfinario Octopus
de la tinerfeña Playa de las Américas ofrece un programa sema-
nal, tres veces al año, en el que utilizan diapasones para medir la
sensación vibratoria que percibe el sistema nervioso. La piel como
soporte de los receptores de las terminaciones nerviosas recibe las
ondas emitidas por los delfines, y por los canales transmisores lle-
gan al oído y al cerebro, realizando una estimulación selectiva, pues
dentro de las emisiones acústicas de los delfines se hallan tanto so-
nidos audibles por el ser humano como infrasonidos. Todo esto sin
soslayar la poderosa importancia del medio acuático y la particular
ingravidez que ofrece.
¿Cuáles son los padecimientos que más se suelen tratar? Por el mo-
mento los tratamientos se dirigen a personas de ciertas carencias y
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