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al hablar: la lengua, los labios, las cuerdas
vocales y los músculos de la garganta –hay
que erradicar la vocalización y la subvoca-
lización, muscular y mental–.
Las primeras conclusiones a partir de los
trabajos de la Sra. Anderson, vislumbra-
ban la posibilidad de impartir mejores
hábitos de lectura a cada persona, al dis-
minuir el número de pausas por línea.
vocalización
lectura visual
En el modo habitual de lectura que hemos desarrollado (vocalización) leemos y la información llega a
nuestros ojos, la repetimos en voz baja o movemos la lengua internamente, es decir, usamos el aparato
fonoarticulador, escuchamos la información y posteriormente pasa al cerebro. Para alcanzar los niveles
de lectura que se pretenden en el curso, debemos desarrollar una lectura visual en donde la información
pase directamente del texto a los ojos, y de los ojos al cerebro.
En los comienzos de los años 30, la Sra.
J. L. Anderson, señalaba en una tesis la
importancia de las investigaciones sobre
la percepción visual, realizadas por me-
dio de aparatos especializados. Experi-
mentos precisos demostraban que los
movimientos del ojo son discontinuos; los
ojos recorren la línea en una serie de sal-
tos y pausas para leer, y la lectura sólo se
produce durante las pausas, irregulares
en cuanto a número y duración, varían
según los individuos y las características
del material del texto.
En suma, el ojo podía ser educado para
aprovechar también su mayor campo de
percepción. Esta corrección de métodos
podría ser alcanzada a condición de de-
sarrollar la capacidad de una lectura vi-
sual silenciosa; es decir, sustituir la lectura
articulada por una lectura mental directa
(sin vocalizar).
En definitivo se debe eliminar la lectura
en voz alta por todos los inconvenientes
que ocasiona: la lectura se vuelve lenta ya
que se limita la velocidad a la del habla,
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