Page 63 - CUADERNO-2
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El rey que no sabía
leer
Había una vez un
poderoso rey. Su
reino era el más
afortunado de todos.
Todo el mundo vivía
feliz y en paz. Pero el
rey ocultaba un gran
secreto: no sabía leer.
El rey se avergonzaba
por ello, y no
quería que nadie lo
supiera. Si alguien lo
descubría, su reinado
correría peligro. Al
menos eso es lo que
él creía.
Un día llegó una
carta al palacio. El
rey, como siempre,
hizo que su asistente
la abriera y que,
de paso, la leyera.
El rey siempre se
las ingeniaba para
parecer ocupado
cuando llegaba algo
que había que leer.
Pero el asistente
apenas sabía leer.
Nadie le había dicho
que tenía que saber
leer para ocupar
ese puesto, y por
eso no había dicho
nada. Y, como le
daba vergüenza
reconocerlo decidió
inventarse lo que no
entendía.
–Es una declaración
de guerra, señor–
dijo el asistente. –El
rey vecino nos invita
a batirnos en duelo
con él. El que gane
se quedará con todo.
Nos pide que vaya
mañana a la hora
de la comida con sus
mejores galas.
El rey se enojó
muchísimo.
–¡Esto es intolerable!
¿Cómo se atreve ese
bobo a retarme en
duelo por mi gran
reino, si es mucho
más grande? Aunque
no me vendría nada
mal su puerto, todo
hay que decirlo. Se
va a enterar ese
presumido.
No voy a dejar que
mi pueblo sufra
una guerra por su
capricho. Y encima
me pide que me
ponga guapo. ¡Qué
tipo más extraño!
Escríbele y dile que
mañana estaré allí.
El asistente, que
apenas sabía escribir,
puso un simple “vale”
en la misma nota
y se la entregó al
mensajero.
Al día siguiente,
adornado con sus
mejores galas, el rey
se presentó en el
palacio del rey vecino.
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