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Cuando llegó el invierno y con él vino el frío, tenían que
ingeniárselas para abrigarse y, mientras lo intentaban,
algo sorprendente volvió a ocurrir: un rayo cayó del
cielo sobre un árbol y, de repente, apareció el fuego.
–¡Miren! ¡Se ha hecho fuego otra vez! –gritaban.
Al acercarse a ver el fuego, notaron que las llamas
les proporcionaban el calor que necesitaban para
combatir el frío. Uno de los hombres intentó tocarlo
con la rama de un árbol y no pudo creer lo que pasó:
–¡Miren! ¡He tocado el fuego con la rama
y ahora el fuego está en la rama!
Los hombres descubrieron así que podían hacer
hogueras para calentarse juntando ramas en el suelo y
quemándolas. Pero el fuego no duraba para siempre
y se apagaba por las lluvias o por el viento.
Pero allí había un hombre que era muy listo y
pensó que podían hacer fuego sin esperar a que
cayera otro rayo del cielo o que se provocara
un incendio natural en el campo.
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