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Las luciérnagas le contestaron muy divertidas.
–Cuando nosotras dejemos de lucir, mira
al cielo. Ella saldrá en un momento.
En unos segundos las lucecitas
empezaron a apagarse y se quedó
en completa oscuridad. Entonces el
sapito miró al cielo y exclamó:
–¡Ohhhhhhhhh!
La luna lucía en el cielo resplandeciente y sapito se
quedó sin palabras porque, aunque había oído hablar
de su belleza, jamás la hubiera imaginado tan hermosa.
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