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Tras un tiempo observando y buscando su
nuevo hogar, la Jirafa Dromedaria creyó haberlo
encontrado al ver el pelaje de un leopardo,
intentando camuflarse entre el pastizal.
Un día se acercó hacia el fiero animal,
hasta que sus finos y largos bigotes
pudo casi tocar. Pero el leopardo se
quedó tan congelado cuando la llegó
a observar, que le dio a la jirafa el
tiempo justo para lograr escapar.
Y, como pudo, la Jirafa Dromedaria
comenzó a correr para comenzar de nuevo
la búsqueda de su familia de verdad.
Cansada de trotar para escapar del
leopardo, creyó ver a lo lejos un paraíso
de antílopes. En la distancia olisqueó el
aroma de las hojas y de las vainas frescas
que cubrían parte de los terrenos de aquel
bello animal; cansada y apurada por el
hambre, pensó haber llegado al hogar.
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