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TENER ATREVIMIENTO
Por allá, en 1294, un buen papa llamado
Celestino V renunció a su cargo y el mundo
no se acabó ni la Iglesia se descarriló. Era un
monje austero y bueno, lo llamaron a iluminar
una iglesia desviada y abdicó en pocos
meses asediado por las presiones. No pudo
con el turbio ambiente del Vaticano, en el que
algunos aman más el poder que al Señor. Es
un buen ejemplo que nos lleva a pensar en las
estructuras pesadas de tantas entidades que
avanzan a ritmo de tortuga en un mundo que
vuela más rápido que un jet.
En todas las organizaciones hay luz y gente buena,
pero los dueños del poder carecen de flexibilidad
y humildad. Por eso, divinizan reglas humanas
que son piedras de tropiezo para muchos y
viven a espaldas de la realidad. Toda empresa u
organización necesita más humanismo y menos
poder, más vida y menos reglas, más humildad y
menos opulencia, más compromiso con su gente y
menos alianzas con los poderosos.
A todos nos sirve recordar lo que sucedió en
diciembre de 1936 cuando el rey inglés Eduardo
VIII abdicó al trono para poder casarse con la
mujer que amaba. Ese hecho fue clamoroso
y su historia de amor, con una mujer ajena a
la corte, traspasó las fronteras. El rey hizo un
breve discurso después de abdicar y comenzó
con estos términos tan elocuentes como
sinceros: “Al fin puedo pronunciar unas palabras
por mí mismo, porque hasta ahora me ha sido
imposible. Hoy me libero de esta carga”. ¡Uy,
qué horror! No sé si tú, al leer esto, sientes el
mismo escalofrío que siento yo.
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