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“El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia”. Doris Lessing
der, por ejemplo, que los fracasos
circunstanciales sirven después para
el éxito, su empeño, su determina-
ción y sus ganas habrán de derrum-
barse al primer escollo. Si los padres
no le inculcan que solo las personas
que perseveran en el camino elegi-
do, pese a las piedras que puedan
aparecer, son las que finalmente
llegan a su destino, el niño aban-
donará el sendero y buscará otro,
ignorando que también encontrará
piedras a su paso.
Desde luego que cuando los pa-
dres toman la determinación de
educar a sus hijos en la constancia,
lo primero que deben darle es el
ejemplo; si una criatura, o aun un
adulto, que busca fortalecer esta
fantástica cualidad no tiene frente a
sí ejemplos palpables, el aprendizaje
será muy difícil o incluso imposible.
Todos sabemos que los niños,
pero también los adultos, aprenden
más de lo que ven que de otros com-
plicados procesos de abstracción.
Rosa con espinas
Sin embargo, hemos percibido que,
con cierta frecuencia, no basta con
una bien educada constancia para
alcanzar un logro, porque existen
elementos previos que debemos
considerar antes de poner toda
nuestra perseverancia en acción.
Elementos que, si no son tenidos
suficientemente en cuenta, pueden
malograr una enorme cuota de es-
fuerzo. Veamos:
Equivocarse al elegir
una meta
Pese a la perseverancia, esta suele
ser una de las actitudes más comu-
nes que conducen al fracaso. Elegir
cuidadosamente el destino al que
queremos llegar y seleccionar las ac-
ciones que conducen a él, son las
principales fases previas antes de
Llega quien es constante
Las verdades de Leonardo
Decía Leonardo da Vinci que la cons-
tancia es el mayor instrumento de que
disponen los hombres para torcer los
designios de la naturaleza. “Si una per-
sona es constante, aunque sea dura
de entendimiento se hará inteligente,
y aunque sea débil se transformará en
fuerte”, afirmaba el maravilloso artista.
echar a andar.
Si el destino alcanzado no satisfa-
ce las expectativas que hemos pues-
to en él, la frustración nos llevará a
generalizar erróneamente que nin-
guna meta merece el esfuerzo.
Quien, por ejemplo, se prepara
para ser literato o docente suponien-
do que aquellas actividades lo harán
millonario, sufrirá una enorme decep-
ción una vez alcanzado su objetivo.
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