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La gansa de los huevos de oro
Un vendedor de huevos tenía su puesto en el mercado del
pueblo. Un día colocó sobre el mostrador, para que todos
lo vieran, un reluciente huevo de oro que había puesto su
gansa. ¡Sí, era de oro! La noticia corrió por toda la comarca
y de allí pasó a las poblaciones vecinas.
Como nadie había visto jamás un huevo de oro, mucha gente
corrió hasta el mercado para comprobar que realmente
existía tal maravilla.
De esta manera se formó una muchedumbre que intentaba
acercarse al mostrador. Algunos apretaban con fuerza un
fajo de billetes en sus manos sudorosas y alzaban los brazos
ofreciendo comprar el huevo. El vendedor, desesperado al
ver tantos compradores, les gritaba que tuvieran paciencia y
esperaran, porque solo podía vender un huevo diario.
Aunque su suerte había cambiado de repente, el vendedor
no estaba conforme. Su gansa solo ponía un huevo cada día
y él casi no dormía, pensando en la manera de hacerse rico
rápidamente. Una de esas noches de desvelo se le ocurrió
una idea sensacional: si mataba a la gansa podría sacarle,
de una sola vez, todos los huevos que tuviera dentro y
venderlos al precio que quisiera…
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