Page 163 - CUADERNO1
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A su llegada, los antílopes no dudaron en dar la
bienvenida a aquella invitada curiosa. Recibieron
a la jirafa con hierbas frescas de temporada y, al
anochecer, la acomodaron en un humilde rincón de
pasto fresco para que pudiese reposar. Al día siguiente,
ya descansada, la Jirafa Dromedaria se divirtió de lo
lindo con las pequeñas y juguetonas crías del antílope,
las cuales se deslizaban por su espalda jorobada, como
si recorriesen un tobogán. Qué gracia en sus saltos y
movimientos… ¡qué cariño en cada uno de sus gestos!
La Jirafa Dromedaria, por primera vez,
parecía formar parte de un grupo, de una
manada, y nunca más se puso en marcha
en busca de familiares por la sabana.
Qué extraño resultaba verla en medio
de aquella tribu africana. ¡Qué
familia tan disparatada formaban!
Y qué felices los niños junto a
su nueva amiga del alma.
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